miércoles, 20 de marzo de 2013


Los padres  y madres estarán de acuerdo conmigo, en que es ésta prácticamente la única información que se maneja, cuando de síndrome de Down se habla. 
Cuando hablamos de personas con síndrome de Down, difícilmente logramos salirnos de la estigmatización del angelito terrenal.
Se habla de seres incondicionales, sin envidias, celos, ni competitividad y se agrega que éstas son características inherentes a los seres humanos. 
Si bien creo poder interpretar descripciones como las anteriores relacionadas a “seres con actitudes llenas de bondad y en esta bondad existe algo casi por sobre lo humano”, me surge la necesidad de hacer una reflexión al respecto. 
Y es que cuando hablamos de personas con síndrome de Down, difícilmente logramos salirnos de ésta estigmatización del angelito terrenal
El problema no está en que tal vez algunos sean realmente unos angelitos, el problema está en el mito que se ha generado  al respecto de que TODAS LAS PERSONAS CON SINDROME DE DOWN SON ANGELITOS y al parecer no son nada más. 
Tanto así que desde el lenguaje que usamos para referirnos a este grupo de personas con síndrome de Down, hablamos de seres casi celestiales. 
La dificultad radica en que los percibimos angelitos y  les negamos con esto condiciones inherentes a los seres humanos. 
Pues bien, creo que en esto necesitamos crear cambios: debido a que un ángel  en el cielo sobrevive bien, pero que un ángel acá en la tierra crecerá y necesitará valerse en lo posible por si solo, y ojalá pudiera manejarse en una vida autónoma e independiente. 
En la sociedad en que vivimos, y bien sabemos esto, no alcanza con entregar sólo amor. 
Avanzar y desarrollarnos como personas es una condición de todos los seres humanos, también de las personas con síndrome de Down.
Le pido al lector que se ponga un segundo en los zapatos de este supuesto ángel acá en la tierra.¿Te gustaría hacer nada más que entregar todo el día amor, desde la ventana de tu casa?…creo  que la respuesta es un rotundo no. Creo además que el sentirse autónomo y lograr metas en la vida, por muy pequeñas que sean facilitan nuestra felicidad. Avanzar y desarrollarnos como personas es una condición de todos los seres humanos, también de las personas con síndrome de Down. 
Entonces es hora de que dejemos a los ángeles actuar desde el cielo y que las personas que estamos acá abajo aprendamos los unos de los otros. 
Es hora que nos validemos con nuestras diferencias  y generemos espacios de oportunidades para desarrollarnos partiendo de una base en la que somos en esencia iguales. Desde el minuto en que nacemos tenemos un espacio ganado en la tierra, por derecho humano y todo humano tiene derecho a desarrollarse, ser educado, trabajar y ser autónomo. 
Así el bebé ríe cuando es capaz de dar sus primeros pasos, el alumno se alegra cuando es reconocido por sus compañeros, el trabajador celebra cuando recibe un bono por mérito. 
Encontramos la felicidad  cuando nos sentimos competentes y que somos un aporte para el otro.
La felicidad está en la posibilidad de avanzar, crecer y  desarrollarse, también para las personas con síndrome de Down. 
Acércate a las personas con síndrome de Down y quítales las alas de angelito. Le estarás entregando las alas para emprender un vuelo hacia su felicidad acá en la tierra.